He revisado con detención las intervenciones públicas de los intelectuales orgánicos Carlos Peña, Fernando Villegas y Axel Kaiser. De los tres, es sin dudas Carlos Peña el más interesante. Por tal razón, le dedicaré más tiempo. Los otros dos transitan entre la espectacularidad de los medios, las redes sociales y los lugares comunes que habitan en los grupos de derecha; detentadores del poder mediático y económico.
Comenzaré por Carlos Peña, Rector de la Universidad Diego Portales. Dotado de una retórica ordenada y de una tranquilidad que le permite transmitir seguridad y control analítico, este intelectual ha quedado totalmente fuera de jugada, off-side por varios metros de distancia, del actual momento que vive Chile. Sus reflexiones, basadas en la tesis de la superioridad del Estado por sobre lo/as ciudadano/as que habitan el Chile real, no le permite darse cuenta de que el Estado sólo tiene sentido si es capaz de proveer posibilidades de subsistencia mínimamente dignas para sus habitantes.
Para Peña, la “violencia legítima” que ejerce el Estado en contra de aquellos que pretenden romper el orden social es una facultad que el ejecutivo debe no sólo utilizar sino profundizar. Se desprende de sus reflexiones que el edificio neoliberal descansa, y así debería serlo, en la violencia que monopoliza el Estado y que es garantía de estabilidad. Por supuesto, estas reflexiones son coherentes, pero encierran una doctrina normativa que ha sido totalmente sobrepasada por la realidad.
El primer error de Peña es reducir todo a una cuestión de seguridad pública. El problema serían los delincuentes que están saqueando y quemando Chile. Estos serían mozuelos mimados que quieren todo fácil. La simplificación es demasiado burda para funcionar. Sin duda, en todo movimiento de esta magnitud hay violencia y lumpen que aprovecha la circunstancia. Pero – recordemos algo – también suelen presentarse auto atentados y sabotajes por parte del mismo Estado con la finalidad de agudizar las crisis sociales y emplear el máximo poder militar en contra de los movimientos sociales. El diagnóstico generacional no se sostiene pues este movimiento, si bien fue iniciado por jóvenes, es transversal debido a que los problemas sociales son transversales.
Lo segundo que debemos decirle a Peña es que: “este sí es un movimiento por los derechos civiles”. El menosprecio de Peña al movimiento le estalla en la cara con la reciente marcha. Es un movimiento por derechos civiles pues estos fueron conculcados por el neoliberalismo chileno. Si recuperar servicios básicos como el agua no es un acto de dignidad, entonces no tenemos nada como sociedad: cerremos la puerta por dentro y paguémosle a la oligarquía por seguir viviendo en su casa.
Un punto a favor de Peña, la ultraderecha aprovechará la ola de descontento que quedará luego de este movimiento.
Fernando Villegas, un fanático del orden, un francotirador de la ultraderecha, es quizás el más claro de los tres intelectuales. Para él todo se reduce a la conspiración de ese “gran otro” llamado “Comunismo”. Totalmente extraviado en tiempos setenteros, perdido en la guerra fría, parece un personaje de la serie La Dimensión Desconocida. No alcanza a comprender sino lo que afirma con fanatismo religioso. Su simplificación hace que todo se reduzca a la acción de comunistas de todo orden, mapuche y rotos insolentes que no saben nada de la vida.
Dotado de una retórica pedestre, a ratos vulgar, intenta conectar con todos y todas aquellas que habitan en los lugares comunes que producen y reproducen hasta el hartazgo medios de comunicación como El Mercurio. Por ejemplo, dentro de su simplificación de lo que ocurre en el país, los mapuche estarían detrás de las quemas de las estaciones del metro en Santiago. Un grado de irresponsabilidad tan grande en las opiniones sólo da cuenta de la total incapacidad para analizar con mediana claridad la situación y de la desesperación en la cual vive el propio analista. Para él, al igual como ocurre con Carlos Peña, todo se acaba con la restauración del orden por parte del Estado. Patriarcal y agresivo, Fernando Villegas olvida la profunda violencia que ejerce el Estado en contra de lo/as ciudadanos.
Axel Kaiser, el menos original de los tres, pero el que mejores réditos ha sacado de su función como intelectual difusor de las virtudes del mercado, repite muchas de las ideas de Carlos Peña. La libertad es posible siempre y cuando el Estado garantice que la gente no se manifieste, incluso violentamente, contra las desigualdades que no le permiten vivir dignamente.
El orden social se construye sobre la base de un pacto social en el cual la ciudadanía se siente perteneciente a una comunidad. Si bien no existe orden social perfecto, sería una ingenuidad pensar que esto ocurrirá luego de este florecer social, es evidente que Chile no se sostiene del modo en el cual tanto Kaiser como Peña y Villegas, vislumbran el país. Reducir todo a un problema de orden público no les permite enfocar bien el conflicto y mucho menos avizorar la magnitud de la crisis del modelo neoliberal en el cual todo/as habitamos.